lunes, abril 06, 2009

Cuando el hambre aprieta

Ayer con el cambio de horario, me quede tranquilamente en camita, mi hermana y mi cuñado fueron a una conferencia de la iglesia y no me despertaron (snif, me hubiera gustado asistir)

Despues de un desayuno ligero, café y pan tostado, estando sin nada que hacer y sin hijo que atender y todo en santa paz, estoy en mi recamara encerrada viendo televisión, voy a la cocina por un vaso de agua, cuando escucho de la sala a mis sobrinos hablar, sinceramente no levante la vista y seguí en lo mío, cuando de pronto sentí esa profunda mirada y volteo, los tres estaban acechandome y viéndome con cara de interrogación

- Que pasa?,- les pregunto
- Te estamos hablando a ti tía,
- Apoco, yo ni en cuenta, pensé que estaban platicando entre ustedes, ja, ja
- No tía, nos preguntamos que vamos a comer?

Y después el silencio total…. Cri, cri, cri...

Claro se aprovecharon del rival mas débil y yo con este corazón que tengo, que aunque ya sean unos jovencitos de 17, 19 y 24 años, los vi tan desvalidos, pobres niños desmadrados (pues su madre aun no regresaba de la iglesia y ya eran las 3pm) y al ver esos rostros con ojitos brillosos y carita de perrito apaleado, me dispuse a cocinarles.

Así que manos a la obra, fusilli en salsa de tomate, milanesa empanizada, puré de papa y ensalada, no les digo que haya sido algo laborioso, pero por lo menos todo mundo quedo contento y satisfecho – con la amenaza de que el primero que se quejara, ya no les vuelvo a cocinar, ja, ja.

Aquí solo les puedo decir… el hambre es canija, tan canija como para pedirle a la tía que les cocinara y siempre se quejan de mi forma de cocinar, ayer por lo menos no escuche queja alguna.

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